En medio de la agitación política que sacudió a Chile tras el Golpe de Estado de 1973, un grupo de trabajadores de BancoEstado se encontraron atrapados en una desazón que cambiaría para siempre sus vidas. Muchos de ellos, identificados como simpatizantes de la Unidad Popular, fueron sometidos a humillaciones sin justificación alguna, muchos fueron detenidos y exonerados, otros ejecutados y otras aún se encuentran en calidad de detenidos desaparecidos.
El compromiso político de estos trabajadores, se convirtió en una marca que los llevó a ser víctimas de persecución y violencia. El exilio forzado, la pérdida de empleo y, en algunos casos, incluso la muerte, se convirtieron en una realidad amarga para quienes habían dedicado sus vidas a servir a la empresa.
En el marco el 50 aniversario del quiebre democrático, el Sindicato Nacional se niega a dejar que esta historia caiga en el olvido. Aspiramos a que las nuevas generaciones conozcan y comprendan el sufrimiento que sus compañeros de trabajo experimentaron en ese período de la historia del país.
Son testimonios de valentía y perseverancia en tiempos difíciles, por eso queremos asegurarnos que las trágicas consecuencias de aquellos días no se repitan jamás. Las historias de los trabajadores de BancoEstado son una parte esencial de la memoria colectiva de Chile, y es importante que se mantengan vivas para recordar lo que significa la justicia y la democracia en nuestra sociedad.
Los testimonios que siguen, a continuación, fueron recopilados y publicados en 2014 en un artículo aparecido en este mismo Sitio Web y en la página de Facebook del Sindicato Nacional.
Irene Machuca, Sección de Arquitectura:
“Lo peor y más brutal, fue ver como mis amigos dentro del Banco, ya no me hablaban, incluso se arrancaban”.
Es el caso de la ex colega, Irene Machuca Herrera, quien, en 1973, tenía 26 años y trabajaba en la sección de Arquitectura del banco, mientras estudiaba Construcción Civil en la Universidad Técnica.
Reconocida simpatizante de la Unidad Popular, fue testigo del bombardeo a La Moneda desde el séptimo piso de la Casa Matriz.
Al recordar esos momentos, señala,“ese día me reuní con mis compañeros en el subterráneo del banco, esperando que las cosas se calmaran. Si bien nos dejaron volver a nuestras casas, luego nos llamaron para que regresáramos”.
Al regresar, fue detenida y vio cosas horribles al interior del banco. Sin embargo, tuvo suerte, las autoridades militares consideraron que no era peligrosa y la dejaron en libertad.
En su recuerdo mantiene el dolor por la reacción de los que eran sus colegas: “Luego de varios días quise volver a trabajar, pero me notificaron que no podía, invocando el decreto n.º 1923, que me calificaba de terrorista. Lo peor y más brutal, fue ver como mis amigos dentro del banco, ya no me hablaban, incluso se arrancaban. En conclusión, me prohibieron acercarme a la institución, incluso como cliente”.
Jorge Navarrete, Sucursal Prat.
“Viví en las sombras y toqué fondo psicológicamente, hasta que me di cuenta de que debía reinventarme y comencé a hacer humor”.
Algo peor le ocurrió al colega y humorista, recientemente fallecido, Jorge “Chino” Navarrete, quien estudiaba Filosofía en la Universidad de Chile de Valparaíso, y trabajaba en BancoEstado, en la sección ahorro de la sucursal Valparaíso Prat. Tenía 23 años y militaba en el Partido Radical.
“El día 11 estaba en la casa de mi colega Iván Torres (también exonerado) y nos preparábamos para ir a la oficina, él me comentó que en la radio sonaban marchas militares, rápidamente, concluimos que había un golpe de Estado y decidimos ir al banco, pero llegamos solo hasta la plaza Aduana, ya que había militares por todos lados”, señaló.
Luego fue arrestado y trasladado a la Escuela de Submarinos y luego al Estadio Playa Ancha, tras eso fue enviado al buque Maipo, donde comenzó una odisea, que terminó en el Campo de Prisioneros de Pisagua.
“Ahí fui torturado física y psicológicamente, pero el humor me ayudo a mantener la esperanza. En esas difíciles condiciones desarrollé un personaje, Lalo Cabrera, que durante las noches animaba a los prisioneros y, de paso, a los propios conscriptos que los vigilaban, generando lazos que creo me salvaron la vida”.
Finalmente, le entregaron un certificado, indicando que, tras un período de investigación, no habían descubierto pruebas en su contra. Las autoridades le aseguraron que debía presentarse al banco para su reincorporación, pero los militares que dirigían la empresa, desconocieron el documento y se negaron a reincorporarlo.
Sergio Ramírez, Vigilante Privado.
“Muchos colegas me escupían y me gritaban insultos, incluso gente a la que consideraba mis amigos. Eso psicológicamente me dejó muy mal”.
Otro relato es el de Sergio Ramírez Villota, quien anteriormente desempeñaba el cargo de vigilante privado. «Me encontraba en casa cuando ocurrió el golpe, fue un impacto enorme. Volví al trabajo después de escuchar un comunicado que instaba a los empleados a regresar. Me presenté sin temor, ya que no había hecho nada malo», recuerda.
Sin embargo, su regreso a la vida laboral marcó un punto de inflexión en su vida. Siendo un miembro activo del Partido Socialista, fue arrestado al llegar a la Casa Matriz y rápidamente asignado a un grupo de trabajadores destinados al Estadio Nacional. No obstante, el destino tenía otros planes para él.
“Estaba en la fila ya por salir al estadio, cuando de pronto un gerente del banco ordenó que me liberaran y me llevó a su oficina. Luego, él mismo me trasladó de vuelta a mi casa, en la población Juan Antonio Ríos”.
Pasaron varios días antes de que lo contactaran para que regresara a la empresa. Desafortunadamente, su trabajo ya no era el mismo de antes. “Cuando volví comenzaron los vejámenes, a culetazos un grupo de militares me metieron a una oficina y trataron de que firmara mi renuncia al banco, cosa que no hice, por eso me entregaron una escoba y una pala. De inmediato comenzaron las humillaciones, muchos colegas me escupían y me gritaban insultos, incluso gente a la que consideraba mis amigos. Eso psicológicamente me dejo mal y finalmente, decidí abandonar la empresa”.
Carlos Arriagada, sección Cooperativas.
”Una vez detenido me llevaron a una comisaría, ahí empezó la violencia física y psicológica. Sufrí dos simulacros de fusilamiento”.
Corría el año 1973, y Carlos Arriagada (fallecido) ya había acumulado 15 años de servicio en BancoEstado. A lo largo de su trayectoria en la empresa, había transitado por diversas oficinas y áreas, pero ese año se encontraba asignado a la sección de Cooperativas.
Siempre comprometido con el movimiento socialista, el fatídico 11 de septiembre lo sorprendió visitando precisamente una cooperativa. «Cuando me enteré del golpe, me encontraba fuera del banco. Inmediatamente, quise regresar a la Casa Matriz, pero resultó imposible debido a la presencia de militares que rodeaban la zona.»
Aunque finalmente logró regresar al banco varios días después, encontró un panorama completamente distinto, y lamentablemente, no para mejor.
«Lo primero que noté fue que mi sección estaba cerrada y que muchos de mis objetos personales habían desaparecido. La oficina estaba destrozada por los impactos de bala. Comenzó un periplo por diferentes secciones del banco, me llevaban de un lado a otro, y me sentía desorientado».
Después de una semana, fue citado a la presidencia de la empresa, donde lo detuvieron de forma sorpresiva. Esto marcó el inicio de un prolongado viaje por distintos centros de detención, que solo llegaría a su fin en febrero de 1974.
«Una vez detenido, nos llevaron a una comisaría, donde comenzaron los abusos físicos y psicológicos. Fui sometido a dos simulacros de fusilamiento. Luego nos trasladaron al Estadio Nacional, donde los maltratos continuaron. Finalmente, fui liberado, pero la persecución me forzó a abandonar Chile”.
No fue sino hasta 1988 que pudo regresar al país, esta vez como funcionario de una ONG alemana. Inmediatamente, comenzó a organizar a los trabajadores exonerados, creando un comité y gestionando la reincorporación de un grupo significativo de ellos a la empresa.
«Fue un trabajo importante; de los casi 80 trabajadores que formaban parte del comité, alrededor de 60 lograron ser reincorporados, aunque curiosamente yo no estuve entre ellos».
Posteriormente, Carlos encontró empleo en una Isapre y desempeñó diversos cargos en la Asociación Nacional de Jubilados y Montepiadas de BancoEstado.
«Es esencial que las generaciones futuras no olviden lo que sucedió. Dejar un testimonio de los acontecimientos es crucial. La sociedad debe aprender de sus errores para evitar que se repita una tragedia de esta magnitud», concluyó.
TRABAJADORES DE BANCOESTADO E INFORME RETTIG
Con la restauración de la democracia a principios de la década de los noventa, surgió de inmediato la imperiosa necesidad de arrojar luz sobre las violaciones a los derechos humanos. En este contexto histórico, el presidente, Patricio Aylwin, dio vida a la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación con el propósito fundamental de lograr un esclarecimiento integral de la verdad en relación a los graves hechos.
El documento final, conocido como Informe Rettig, estableció que en el caso de BancoEstado, fueron comprobados cinco casos de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos:
- Ambrosio Badilla Vasey, 28 años, empleado de BancoEstado, detenido, el 22 de septiembre, en la ciudad de Temuco. Desde la fecha de su detención permanece desaparecido.
- Aníbal Burgos Sepúlveda, jefe de personal de BancoEstado de Lautaro, detenido el 27 de septiembre de 1973, ese mismo día fue ejecutado por agentes del Estado.
- Osvaldo Burgos Lavoz, 43 años, agente de la sucursal Pitrufquén. Fue detenido el 15 de septiembre de 1973. Desde esa fecha se desconoce su paradero.
- Elías González Ortega, 25 años, era empleado del Balneario BancoEstado de Villarrica, fue detenido el 13 de septiembre de 1973 en la ciudad de Pucón. Desde esa fecha se desconoce su paradero.
- Claudio Lavín Loyola, 29 años, de profesión técnico agrícola, trabajaba en BancoEstado y fue detenido el 2 de octubre de 1973, siendo ejecutado dos días después junto a otros detenidos.